Recuerdo con total detalle, la conversación con una señora de la tercera edad, que durante mi adolescencia me dijo: “Si quieres saber cuánto vales para las personas, sólo tienes que decirles que NO”. En su momento, me costó comprender tal consejo, pero con el paso del tiempo fui entendiendo lo que trató de sugerirme. Hoy lo relaciono con el saber establecer límites en mi vida…en una palabra, a poder decir: ¡NO! en el momento oportuno.
Las veces que he escuchado:
- ”…y todo porque no pude decirle que no.”
- “Pero, ni modo de decirle que no.”
¿Cuántos problemas o malestares se hubieran evitado con esta simple palabra?
En algunos casos, se trata de disfrazar un NO, con expresiones como:
- “Bueno, déjame ver si es posible”
- “Tal vez asista”
En otros más, se justifica, como:
- “No podré acudir a la piñata porque tengo que llevar a mi vecina al doctor”
- “Es que mi abuelita se enfermó y ya no alcancé a llegar”
Y cuando se logra decir, en la mayoría de las ocasiones deja un eco de culpabilidad. Se percibe que será mal visto, que se pierden votos, que se obtendrán represalias, que quedará fuera de un círculo social o de un equipo de trabajo.
Creo que como seres humanos, no estamos preparados para el rechazo, y como no me gusta escuchar que me lo digan, pues trato de tampoco decirlo o se me complica el hacerlo. Sin embargo, lo anterior, puede ser muy poco sano para las relaciones tanto personales como laborales.
Aquel empleado que le cuesta reconocer que no puede con la carga de trabajo, que la tarea asignada no la ha comprendido y no sabe cómo iniciar o hacerla, pero no lo expresa ni pide ayuda. La secretaria que termina apoyando en la organización de la fiesta del hijo del jefe porque no se atrevió a decirle que tal acción no corresponde a sus responsabilidades laborales. El ejecutivo que se queda callado en una reunión importante porque no quiso decir que no estaba de acuerdo. La amiga que va por compromiso a un evento social, porque le dio pena no acudir. El novio que no quiere acompañar a la novia a esa fiesta pero para evitar discusiones, decide ir con cara de pocos amigos.
Decir sí a todo, no precisamente es señal de que se quiere y puede. Considero que hay percepciones equivocadas, como por ejemplo, creer que si en el trabajo digo que sí a todo lo que se me solicita, entonces muestro interés, capacidad y potencial.
Y por otro lado, establecer límites no significa decir NO a todo y solamente hacer lo que me gusta o tenga ganas de hacer. En mi experiencia, creo que va más bien, ligado a buscar la congruencia en lo que pienso, quiero, tengo, puedo y sé, porque sólo así evitaría sentirme culpable o que estoy fallando. Una cosa son los compromisos de trabajo y familiares, y otra cosa, es hacer más de mi capacidad.
Si esta situación te suena familiar, si sientes que hay saturación de actividades, que el tiempo no te alcanza, que tienes más compromisos sociales que cualquier personaje público, que tienes tareas por hacer, que le corresponden a alguien más o que puedes apoyarte con terceros, te invito a poner atención, puede ser un foco amarillo de que los límites se han sobrepasado y no precisamente de agenda.
Escuché a un experto recomendar un ejercicio fácil para empezar a dar el primer paso y consistía en, simplemente decir NO al pedido más próximo que se tuviera, sin que pensarlo, con el fin de experimentar el sentir, y de manera consciente vivir la experiencia para ver comportamientos. Y me recordó a ese consejo de aquella señora, el cual sí practiqué, y empecé a sentir que tenía voz y voto, que en el caso con mis amigas, ganaba un espacio; en lo laboral, mejoraron mis negociaciones, llegando a acuerdos, me di cuenta que no pasaba nada, que por el contrario, las conversaciones fluían y se lograba un camino y que así podía enfocarme a lo que Sí podía, sabía y quería hacer.
Obviamente, no se refiere a decir no a mis compromisos y tareas en la oficina y en la casa, pues las responsabilidades son eso, acciones que se esperan de mí en determinada forma y tiempo. Pero sí, me ayudó a medirlas, administrarlas y programarlas. Reconocer que hay consignas que no sólo dependen de mí, sino que puedo involucrar a más personas, que hay temas que pueden esperar y que hay alternativas de solución. Aprendí, que si digo “No sé cómo hacerlo” no estoy hablando de ignorancia, sino de madurez y honestidad, y que tal vez puede ser área de oportunidad, que ya me tocará atender. Aprendí, que si digo “No podré acompañarte en tu fiesta amiga mía” no estoy diciendo que no me interesa la amistad o que me es indiferente su evento, estoy siendo franca y ella podrá agradecérmelo. Imagínate cuántos novios han gastado de más en sus bodas, porque ciertos invitados para evitar decirles que no irán, confirman asistencia.
Al decir NO, sé lo que valgo, pero no en el sentido egocéntrico, sino en mi capacidad, me ayuda a identificar qué tengo y qué carezco, qué deseo y qué no me aporta, qué puedo y en dónde requiero apoyo, qué es para mí y qué es para los demás. Y eso mismo empiezo a reflejar con los que me rodean. Al decir NO, sé lo que es SÍ en mi vida.
Nos leemos pronto…
Excelente comentario, muy útil, y en el caso laboral conduce a prácticas inefectivas que generan desperdicio de tiempo, si decimos que sí cuando no podemos cumplir el compromiso sabiéndolo de antemano.
Es una práctica que trabajo día a día Xavier. Aprendiendo y aplicando.
¡Saludos y gracias por estar en comunicación!