Continuando un poco con el tema social iniciado con el blog anterior de “Yo Decido”, en mi clase de maestría, hace relativamente poco, en una discusión, salió el tema del tráfico en la ciudad de Monterrey; ese día en particular había estado lloviendo y los accidentes viales se encontraban a la orden del día.
En la discusión, lancé las siguientes preguntas:
- ¿Por qué creen que suceden?
- ¿Por qué creen que una persona maneja a 120 kilómetros por hora, sobre Gonzalitos, con el pavimento mojado?
Primero, se generó un silencio en el aula, me fue claro que algunos no tenían una respuesta, que estaban reflexionando. Al ver el silencio, continué comentándoles para llevarlos a donde quería, preguntando:
“¿Ustedes creen que las personas manejamos para tener accidentes?, ¿creen que salimos para que alguien más fallezca o que a algún familiar le suceda algo en las vías?, ¿vamos a la calle para perder todo el patrimonio, en muchos de los casos, al tener un accidente mayor?”
En nuestra querida ciudad de Monterrey y su área metropolitana, la cantidad de accidentes diarios, con lluvia y sin ella, es un problema y un reflejo de muchos temas de la cultura y de la forma de pensar de los habitantes.
Finalmente, varios se aventuraron a contestar las preguntas, entre las que resaltaron:
- Porque nadie los multa
- Porque los regios somos arrogantes
- Porque traen buenos coches
- Porque vivimos en una ciudad acelerada
Todos tienen un poco de razón, pero en el fondo no es la razón fundamental, al decir eso, un alumno, el de la esquina, comentó: Porque la persona piensa que a él no le va a pasar nada, dándome la respuesta que quería.
Es correcto, nadie sale a la calle en su sano juicio, a manejar a 120 kilómetros por hora, con lluvia, porque piensa que va a generar un accidente, y menos, que va a morir en ése; en el pensamiento de las personas, esto sólo les pasa a otros porque:
- No tienen experiencia
- Salen a la calle sin las habilidades
- No tienen el carro que yo tengo
- Entre muchos otros pensamientos
Es decir, les pasa a los otros, menos a mí, eso no me va a pasar porque soy un fregón.
Si lo traslado a otros ámbitos de la vida, es lo mismo, ¿por qué no me cuido la salud, mi espiritualidad, mi presencia?… y tendremos respuestas, pero en el fondo, a mí no me hace falta, a los demás sí; a todos, menos a mí.
En los negocios sucede de la misma manera, ¿por qué les pasan tantas situaciones a los demás?, por hacer transacciones con personas que no conocen, por contratar individuos que no tienen la capacidad, por no ser tan fregones como yo, por no tener un producto tan fregón como el mío, entre muchas otras; y ¿por qué a mí no me sucede eso?, retomando un poco lo que propuso Enrique Canales con el cultivo a la “fregonería”, pues porque soy más fregón que el resto.
La realidad es que, si no se tiene el nivel de consciencia adecuado, la “fregonería” no me salvará, al contrario, me puede cegar en mi visión del mundo, porque no me permite ver todas las posibilidades a mi alrededor, tanto en riesgos como en oportunidades.
El balance en la vida debería de ser entre sentirme fregón y vulnerable a la vez. Es posible que pueda poner los pies en la tierra para tener buenos negocios, buena vida, buena salud, buena espiritualidad; por lo tanto, Yo decido… qué tan fregón quiero ser, y al mismo tiempo, no quedar ciego por la “fregonería”.
Sentirse fregón, considero que ayuda altamente a la innovación que abre muchas posibilidades, pero en las personas que no saben gestionarla, como lo vemos todos los días en las avenidas de Monterrey, provoca que se generen situaciones que ocasionan daños.
Mi reflexión e invitación es a retomar el cultivo de la “fregonería” con consciencia, porque es positiva cuando se gestiona adecuadamente.
Por el momento aquí detenemos la conversación, les agradezco todos sus comentarios y retroalimentaciones, gracias por leerme.
Que tengan una semana llena de la ternura de Dios, y recuerden que hoy es el mejor día de nuestras vidas.