Es común que las personas generen e implementen, más bien dicho, intenten o crean implementar soluciones en las organizaciones y en sus vidas personales. Al observar un poco y reflexionar sobre cómo las personas toman decisiones y cómo las reflexionan, llegué a las siguientes conclusiones:
- Pocas personas reflexionan sobre las decisiones que toman
- Se analiza muy poco el entorno en el cual se toma la resolución
- Se deja de lado el impacto sistémico que tiene la decisión
- No se verifica el momento en que se toma la determinación
- Poca o nula planificación
- Poco o nulo análisis del beneficio
Si bien éstas son mis percepciones, mismas que puedo fundamentar con mi experiencia de consultor, no significa que nadie lo haga correctamente y de forma muy ordenada; la realidad es que el proceso de toma de decisiones en muchas ocasiones se genera desde la emocionalidad, la cual le gana al directivo, lo ciega en su proceso racional, se mezcla y provoca que la decisión no sea la solución.
En este proceso he identificado los siguientes factores en la toma de decisiones, que llevan a generar que la solución sea el problema:
- La decisión es visceral y es 100% emocional
- La decisión está basada en la amistad, no en las capacidades
- Las capacidades y competencias de la empresa y/o personas no son consideradas
- Se desconoce la meta final (a dónde se quiere llegar)
- Confusión en qué se desea resolver
- No hay cliente para la solución que se desea implementar
- No existe una métrica asociada
- No se tiene claro el compromiso
- No se han definido condiciones de satisfacción
- No se cuenta con roles y responsabilidades
Cuando la emocionalidad entra en la toma de decisiones y el ejecutivo no sabe cómo gestionarla, se generan soluciones que se convierten en problemas. Por lo tanto, se debe de buscar un balance entre lo racional y lo emocional, y este último punto debe de ser gestionado.
Cuando me refiero a ser gestionado no me refiero a reprimir la emocionalidad, sino a reconocer bajo qué circunstancias se presenta ésta, y aprovecharla en caso de que apoye en ese momento, o retirarla si no es la más adecuada.
Si la solución fue generada bajo la emocionalidad inadecuada, seguramente se va a convertir en problema, ya que existirá el aferramiento a la solución, por más que se vea que no es la adecuada.
Si la racionalidad no participa en el proceso de decisiones, no se analiza el impacto de la solución ni su viabilidad.
Como consultores y ejecutivos, y en general toda persona, debemos de estar atentos para detectar que la solución que se selecciona no sea un problema.