Lo primero que vino a mi mente para iniciar esta reflexión es el conocido refrán: “Quien no escucha consejo, no llega a viejo”, e inmediatamente lo asocié con las palabras sabias de la mayoría de las madres: “Cuando tú vas, yo ya vengo”.
Y es que parece complicado el detenerse unos minutos para escuchar a quien ya tiene cierta experiencia, o al menos, tiempo adelantado en un tema o área y permitirle que nos comparta sugerencias y recomendaciones de cómo hacer mejor las cosas.
¿Cuántos de nosotros buscamos el sentarnos con nuestros abuelos o personas de la tercera edad para conversar y aprender de ellos?, ¿cuántos de nosotros, queremos hacer las cosas por sí solos, a nuestra manera, y si alguien interviene solemos rechazarlo?
Expresiones como…
- ¿Quién es él o ella para decirme qué debo de hacer?
- ¿Quién le dijo que necesito ayuda?
- ¿Qué le pasa, por qué se mete en lo que no le incumbe?
- Me lo dice, porque ella no está en mi lugar
- Ay mamá, ¿tú qué sabes?
- Sí, cómo él ya lo vivió, no quiere que yo decida
- A ellos les pasó eso porque no se prepararon como yo
…son las que escuchamos frecuentemente, reflejando que la percepción de un consejo, suele ser no favorecedora, porque creemos no necesitarlo o que se están metiendo en una zona de propiedad privada.
Sabemos de amigos, familiares o compañeros que, por atreverse a dar un consejo, han tenido quiebres en sus relaciones interpersonales. Pero, lo lamentable del punto, es que se considere que el consejo trae consigo una intención de ofensa, provocando que el receptor esté a la defensiva y por ende se rompe y bloquea la comunicación y como lo he mencionado, anteriormente, la relación.
Hace poco leí la siguiente frase que me encantó:
“Corrige a un sabio y lo harás más sabio; corrige a un necio y lo harás tu enemigo”.
Ejemplos como, la mamá que opina sobre el cómo deben de ser educados sus nietos, la amiga que le dice a sus amigas cómo debe de llevar la relación con su pareja, el sacerdote que sugiere una filosofía de vida, el doctor que da indicaciones para una mejor salud, el profesor que aconseja a sus alumnos, el líder que comparte experiencias y mejores prácticas a sus equipos de trabajo, entre muchos casos más, suelen presentar este tipo de roces por las diferentes susceptibilidades que se puedan herir.
Lo ideal para que un consejo sea recibido tal cual, es que éste sea solicitado, porque la persona reconoce una necesidad y acredita a quien se lo pide como una persona capaz para instruirle, como lo vemos suceder en el ámbito profesional. La empresa que considera requerir asesoría acude con una consultora para recibir el conocimiento adecuado, identificar y corroborar el problema en cuestión y ayudarles a solucionarlo. Actualmente, las empresas confían en ese tercer ojo, alguien externo, que les ayude a ampliar la foto, ver la situación desde afuera, que no esté viciado con la dinámica y mecánica del tema y lograr resolverlo eficazmente.
Y hablando de, existen algunas recomendaciones que me permito compartirles para brindar un consejo de forma armónica:
- Que haya, en primera instancia o como premisa, un nivel de relación personal que atribuya a los involucrados a tener la conversación.
- Que exista confianza y respeto entre ellos.
- Que el timing sea el adecuado, es decir, no antes, no después.
- Que el ambiente y el lugar sean los indicados, cuidando la audiencia o presencia de terceros.
Cuando los factores anteriores son contemplados, la probabilidad de éxito se incrementa, logrando un aprendizaje sólido y por ende, crecimiento, pues recordemos que la búsqueda es por ser mejores día a día y para ello, es necesario poner la Experiencia en Acción.
Antes de concluir, me gustaría dejar en claro que hay diferencia entre dar un consejo y dar una opinión. Mientras el primero proviene de un conocimiento previo, experiencia determinada y su objetivo es contribuir en mejorar; la opinión, es un mero comentario, que atiende a un gusto, estilo o percepción y no debieran de tener como objetivo el pretender sugerir.
Ahora, cuando escucho esa frase famosa: “Cuando tú vas, yo ya vengo”, presto atención, pues ejemplifico a quien me lo dice, literalmente como aquella persona quien va delante de mí o quien ya conoce el trayecto, y me avisa si hay pozos, escalones, baches o piedras en el camino; buscando que yo no tenga tropiezos y que está en mí confiar y sacarle la vuelta o por decisión propia experimentar caídas o accidentes.
Nos leemos pronto, primero Dios.
Acabo de volver a ver la película “El Abogado del Diablo”.
Creo que aplica perfecto lo que dice el diablo:”Ah, la vanidad, mi pecado favorito”.
Las personas vanidosas son las que se sienten ofendidas ante un ofrecimiento de ayuda o recomendación, como dices “¿Quién es él o ella para decirme qué debo de hacer?”, en el fondo es vanidad lo que refleja.
Excelente artículo, sobre todo considerando nuestro oficio de consultores.
Concuerdo contigo Xavier…el famoso y terco ego.
Muchísimas gracias por comentar y compartir…Feliz Camino!
Un fuerte abrazo!