Estamos de regreso después de un receso de Semana Santa; esperando que todos estén disfrutando enormemente, de la semana de pascua, retomo el tema de la innovación.
Actualmente, no me dejarán mentir, la palabra “innovación” está en boca de muchas personas, tanto en la parte académica como en la empresarial; incluso, existen direcciones y maestrías en este tema, es decir, el mundo se encuentra con un apetito enorme por la innovación.
La definición de innovación, de acuerdo a la Real Academia Española, es la acción y efecto de innovar; e innovar, lo definen como mudar o alterar algo, introduciendo novedades.
Si “googleamos” un poco, nos encontraremos con múltiples tipos de innovación: desde la que cubre la porción dura de las ciencias, como son la ingeniería y tecnología, hasta la parte suave que es donde residen el segmento social y humano.
La innovación nace ante una necesidad por las ganas y determinación de mejorar, la cual incluye una motivación intrínseca. En muchas ocasiones, la innovación nace de un error o a partir de otra búsqueda, y en el camino se descubre e innova en un tema distinto.
Pero siempre, ya sea por acierto o por error, detrás de esto existe algún tipo de motivación y determinación por mejorar, cambiar y evolucionar las cosas o una situación, ya sea social, económica, académica o de salud, entre muchas otras.
Y es aquí cuando, si lo trasladamos a algo más asociado al negocio, las personas en la empresa deben de tener una razón por la cual realizan lo que realizan, y desarrollan lo que desarrollan; más allá del salario, deben de tener en la misión, visión y objetivos estratégicos de negocio, la razón suficiente que los motive a proponer e innovar dentro de la organización.
A lo anterior, se le tiene que sumar que la empresa debe de ofrecer el espacio para que las personas innoven, más allá de quienes son “responsables de transformar”; ya que cualquier persona puede proponer ideas e invenciones, y seguro que todos en una organización cuentan con la capacidad de innovar; la pregunta es: ¿están motivados para proponerlas?, ¿están dispuestos a compartirlas?, ¿cuentan con los espacios y mecanismos para que sus ideas sean evaluadas?, ¿poseen la motivación para llevarlas a cabo? y finalmente, ¿cuenta la organización con las ganas y determinación para lograr lo que se propone?, hablo de organización como la entidad integral que facilita el proceso, mismo que está compuesto por las personas.
Si lo anterior se tiene, la organización va de gane, ya que cuenta con el 50% ó más de la parte compleja, debido a que con las ganas y determinación, se busca que las cosas se den. El otro 50% se compone de la parte económica y de las capacidades para poder diseñar, construir e implementar la innovación que se definió. Dentro de estos conceptos, hay otras aspectos que en este momento estoy “minimizando”, pero en un proceso de innovación se deben de incluir de manera rigorista, como es la factibilidad de la innovación, que para este caso, la estoy contemplando como etapa superada.
Cerrando este espacio, la respuesta a cómo se provoca la innovación, consta de dos partes: contando con un ambiente donde se generan tanto motivación intrínseca como extrínseca, y teniendo personal que posee las ganas y determinación para realizar las cosas.
Por el momento, aquí detenemos la conversación de innovación. El tema da para mucho, esto es tan sólo para provocar la conversación. Les agradezco todos sus comentarios y retroalimentaciones, gracias por leerme.
Que tengan una semana llena de la ternura de Dios, y recuerden que hoy es el mejor día de nuestras vidas.
Gran artículo Emilio, innovar o morir,
un abrazo.